Está a dos horas de Madrid en coche aunque, probablemente, no te suene de absolutamente nada. Sin embargo, Campillo de Ranas es un destino internacional muy popular. Al menos en lo que a celebraciones de bodas del mismo sexo se refiere. Tanto que incluso ha llamado la atención del prestigioso diario británico 'The Guardian'.
Ubicado en la provincia de Guadalajara, en Castilla La-Mancha, Campillo de Ranas no tiene un nombre que, de primeras, llame al romance. Además, con cinco habitantes por metro cuadrado, esta zona de España se ha descrito como el mayor desierto demográfico de Europa. Aunque, tal vez, ese sí sea un buen primer ingrediente para celebrar una boda de cuento de hadas.
Tampoco le juega a la contra el hecho de ser un municipio que destaca por su arquitectura negra y naturaleza. El amplio valle en el que se encuentra está formado geológicamente por una amplia veta de pizarra del Ordoviciense, dándole al paisaje sus típico aspecto característico, además de abundante material de construcción.
De este modo, sus edificios presentan el color típico de la mampostería pizarrosa y por ello se la conoce como arquitectura negra: por el oscuro color de los materiales empleados. Sin embargo, no se convirtió por ciencia infusa, gracias a ninguno de estos motivos, en lugar de peregrinaje de novios del mismo sexo que querían convertirse en familia.
Para entenderlo, hay que remontarse al año 2005, cuando el presidente Rodríguez Zapatero legalizó el matrimonio homosexual en España. Entonces hubo alcaldes conservadores que intentaron boicotear la ley oponiéndose a celebrar este tipo de enlaces en sus ayuntamiento. Mientras que otros vieron su oportunidad para poner el nombre de su municipio en el mapa y la aprovecharon.
Este fue el caso Francisco Maroto, alcalde homosexual de Campillo de Ranas. Gracias a la estrategia nupcial de desarrollo rural que puso en marcha consiguió invertir la tendencia de despoblamiento de este pueblo de la España vaciada al convertirlo en un espacio, sobre todo, para bodas gais. En las propias palabra de Maroto a 'The Guardian':
"Una boda significa económicamente que tienes a 150 personas que van a comer y vas a necesitar contratar a 16 personas para servirles". De este modo, treinta años después de que se celebrara la primera boda homosexual en Campillo, el pueblo tiene 19 casas rurales y cinco restaurantes que le dan empleo fijo a sus 50 habitantes. Aunque ahora el 70% de las casas son propiedad de gente de fuera que ha conocido del pueblo a través de las bodas.
En total, en el pueblo se han celebrado ya más de mil ceremonias de parejas que han venido de partes del mundo tan diversas como Japón, Islandia o Estados Unidos para unirse en matrimonio. No obstante, además de la publicidad derivada de aquel primer acto político de su alcalde, del boca a boca de los novios e invitados que han ido pasando por el pueblo, también ha contribuido a que Campillo de rana se convierta en un paraíso LGTB e, documental de Andrés Rubio 'Campillo Sí, quiero', estrenado en 2007.
Foto de portada | Javier Martin Espartosa
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