Hay un pueblo en Menorca que es el paraíso de cualquier turista. Buen tiempo todo el año, un mar azul precioso y una arquitectura que parece el mismísimo Mykonos. Su estética no es lo único que tiene de esta isla griega. También la misma cantidad de turismo y esto se ha convertido en un gravísimo problema para los locales.
En Binibeca Vell el verano es eterno y su belleza muy difícil de igualar. Por eso, esta localidad es uno de los rincones más visitados de la isla, repleto de curiosos que alucinan con sus preciosas casitas blancas encaladas, encajadas sobre el terreno con paredes irregulares y agolpadas sobre el Mediterráneo. Precioso sí, pero también atestado de gente.
El problema es que, en realidad, Binibeca Vell no es un pueblo, si no una urbanización privada construida en 1964. Lo llaman 'poblado de pescadores' por un antiguo refugio que había en esa cala, pero nunca ha sido un pueblo pesquero en sí. Tiene sus calles pintorescas, sus tienditas y hasta una iglesia abierta con un precioso campanario. Pero no es un pueblo, es una urbanización abierta (hasta ahora).
Esta popularidad ha llevado a problemas muy graves entre turistas y propietarios. El exceso de ruido, basura, la falta de respeto por la intimidad y el espacio privado ha llevado a que los locales se levanten en contra de esta masificación, exigiendo un control, respeto por los horarios de descanso y que no entren en sus casas y patios buscando una foto perfecta.
Muchos vecinos estaban tan cansados de esta irrupción en sus vidas que pedían prohibir la entrada de turistas. Finalmente, se ha llegado a un punto medio: los visitantes pueden acceder de 11 a 20 horas. Una prohibición de turistas más orientada hacia el control, para respetar los horarios de descanso y se evitan botellones y fiestas.
Muchos indignados lo han tachado de turismofobia, pero lo cierto es que es más bien una cuestión de educación y respeto. Los vecinos no quieren despertarse a las 2 de la mañana con una fiesta en la ventana de su dormitorio, ni tardar una hora en llegar a su casa porque su calle está intransitable. No quieren gritos en sus calles o influencers en sus patios haciendo fotos a una buganvilla. Es bastante comprensible, ¿no? Al final es la falta de regulación del turismo masivo la que lleva a estas medidas.
Fotos | @binibecavell.
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