Lou Doillon es una de esas chicas que muchos piensan que si no fuera hija de quién es (dos iconos de la bohème francesa: la cantante Jane Birkin, y el director de cine Jacques Doillon), nadie daría un duro por ella, pero Lou no solamente es el fruto de una era: Doillon es una de esas rarezas tan necesarias como escasas en un mundo de la moda en el que parece que solamente está destinada a triunfar la perfección.
Es extrañamente guapa, es estilosa, y dicen que simpatiquísima, alegre, viva y muy dulce; tiene un inconfundible charme francés que delata sus orígenes en la cuna de la intelectualidad parisina de los setenta, por lo que su carrera la lleva inevitablemente a ser actriz y musa de diseñadores y artistas varios (como Olivier Theyskens).
No lo puedo evitar: me encanta.
Asidua a fiestas y front-rows de los mejores desfiles, objetivo de las cámaras de los caza tendencias, y portagonista de innumerables editoriales en las mejores revistas, Doillon tiene gancho, fotogenia y algo muy especial.
Mi “flechazo” con ella no empezó en París: pero allí se consolidó.
Y es que Lou lo mismo tiene un estilo “mercadillero”.
Que deslumbra sobre la alfombra roja.
Sus diseñadores preferidos son Olivier Theyskens para Nina Ricci (ahora no sé que hará...), Givenchy y Balmain.
Y precisamente por eso me gusta tanto: porque tiene un estilo totalmente personal y único, hasta los minivestidos de Christophe Decarnin parecen diferentes en ella…
Y porque su punto de vista, que navega entre los pantalones desgarrados y los blazers de su padre; los looks propios de mayo del 68, el punk más oscuro, los aires bohemios y el chic francés; es original y maravillosamente distinto.
Fotos | thefashionspot
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