Ser padres es, posiblemente, una de las tareas más complejas a las que se enfrenta un adulto. Queremos que nuestros hijos estén sanos y fuertes, que sean felices y que en el futuro se conviertan en adultos con éxito. Sin embargo, según Scott Mautz, uno de los oradores y formadores más prestigiosos de LinkedIn Learning, se nos olvida fomentar la fortaleza mental de nuestros hijos. Sin ella, no hay éxito posible.
El experto lleva tres décadas estudiando la fortaleza mental, algo que ha plasmado en su libro ‘The Mentally Strong Leader: Build the Habits to Productively Regulate Your Emotions, Thoughts, and Behaviors’, y como explica en la CNBC, sus hallazgos pueden aplicarse no solo a los líderes, también a los niños. Existen demasiados factores en el mundo que pueden afectar a su seguridad en sí mismos, y que eso les provoque miedo y ansiedad, pero con estos seis cambios en tu crianza, puedes conseguir que sean más resilientes y que tengan más confianza que la mayoría.
Centrarse en el proceso y no en el resultado
Jennifer Breheny Wallace, experta en crianza tóxica por Harvard, aseguraba que si nos centramos en los resultados corremos el peligro de transmitirles a nuestros hijos que su valor depende de sus logros. Según la psicología el esfuerzo puede ser algo valioso en sí mismo, más incluso que cualquier recompensa. Es más, según los expertos de Xataka nos explican que si se refuerza consistentemente el esfuerzo, la voluntad del esfuerzo puede aprenderse y generalizarse a la vida en general y “centrarnos en aprender a vivir más allá de las recompensas”.
Cuando los niños se centran demasiado en el resultado de sus esfuerzos puede generar que se acerquen al perfeccionismo de forma peligrosa, pero si les enfocamos a los esfuerzos en lugar de a los resultados con preguntas como qué estás aprendiendo o simplemente si se están divirtiendo en el proceso, “les ayudas a centrarse en los aspectos positivos del viaje”, asegura Mautz, que añade que “el entusiasmo excesivo por los resultados puede socavar la fortaleza mental de los niños porque muchos factores, además del esfuerzo, pueden influir en el resultado”.
Fomentar su capacidad de análisis con la curiosidad
A todos los niños les encanta preguntar el por qué de las cosas. Es algo que puede ser divertido para los padres, que ven cómo sus hijos tienen ganas de descubrir el mundo que los rodea, pero que en ocasiones, resulta agotador. Por qué tengo que ir al colegio, por qué no puedo comerme un helado, por qué el cielo es azul. Por qué, por qué, por qué… La curiosidad es un rasgo de inteligencia. Si nos enfadamos cuando nos hacen muchas preguntas estaremos mermando su curiosidad y los niños aprenden más y recuerdan lo que aprenden cuando tienen curiosidad activa. A pesar de que a veces nos abrumen con preguntas, el experto lo tiene claro: utiliza esa curiosidad a tu favor.
“Enseña a los niños a ser buenos solucionadores de problemas utilizando el enfoque analítico de los cinco porqués”, explica Mautz. Este método, iniciado por el inventor e industrial japonés Sakichi Toyoda -padre del fundador de Toyota-, explica que el instinto de los niños es seguir preguntando “¿por qué?” hasta llegar a la raíz del problema y la causa principal surge alrededor de la quinta repetición de la pregunta. Puedes ayudarles a analizar sus pensamientos como un juego. “El punto es que la resolución de problemas comienza por investigar por qué ocurrió un problema, para poder abordar la causa raíz”, explica el experto. Es decir, ayudamos al niño a llegar a la raíz del problema en lugar de regañarle sin más.
Por ejemplo, el niño quiere saber por qué no puede ver esa película que tanto le gusta en la tele y te pregunta, así que puedes responderle hasta llegar a la conclusión y poco a poco: ¿Por qué no puedes verla? Porque no recogiste tu cuarto como dijiste que harías. ¿Por qué no recogiste tu cuarto? Porque en lugar de eso jugaste con tus coches de juguete. ¿Por qué jugaste cuando sabías que no debías hacerlo? Porque no guardaste los coches en su sitio. ¿Por qué no los guardaste cuando te lo dije? Porque no me escuchaste. ¿Por qué no me escuchaste? Porque es un mal hábito que debes trabajar.
Centrarse en ellos y no en la aprobación de los demás
A todos nos gusta recibir aprobación externa. A los niños, por ejemplo, les encanta buscar la aprobación de sus padres y es algo completamente natural, pero como nos explican los expertos de Área Humana, debe existir un “correcto equilibrio entre nuestra necesidad de afecto y el legítimo derecho a ser quienes somos”. Cuando buscamos constantemente la validación externa podemos alejarnos de quienes realmente somos.
Es importante enseñar a tus hijos “a medir su desempeño en función de sus propias expectativas en lugar de buscar el sello de aprobación de otras personas”, como explica Mautz, que añade que “en lugar de determinar si estuvieron a la altura de los estándares de otra persona” hay que animarles a preguntarse si han logrado o no lo que se proponían, o qué han aprendido de aquello que les ha pasado. Así centramos la atención en su propia persona y evitamos que su confianza y autoestima dependa de lo que piensen los demás.
Poner las redes sociales en contexto
No vamos a entrar a hablar del impacto que las pantallas y las redes sociales tienen en los niños, porque es evidente que la generación Alfa, nativa digital, va a seguir usándolos de forma asidua. Pero además de los límites en su uso, podemos enseñarles a ponerlas en contexto. “Cuando hables con tus hijos sobre las redes sociales que utilizan, recuérdales que no deben comparar sus errores con los de los demás y ayúdales a entender que no deben ajustarse a los estándares imposibles que se les imponen”, asegura el experto. Se trata de enseñarles a usar las redes como un entretenimiento y no como una herramienta para medir sus logros.
Centrarse en lo que pueden controlar
Hay muchas cosas que no podemos controlar, y es importante enseñar a los niños a no preocuparse por aquello que escapa a nuestro control para evitar que ese exceso de preocupación les pase factura en forma de ansiedad en el futuro. El experto habla de hacer con ellos “controles de control” consistentes en pedirles que escriban todas las cosas que les preocupan y que luego señalen aquello que pueden cambiar de algún modo, aquello que está bajo su control. Así, estaremos además ayudándoles a analizar los problemas con inteligencia emocional. “La fortaleza mental tiene mucho que ver con poner la energía donde más te conviene. Este ejercicio sirve para delimitar el universo de preocupaciones de un niño y lo ayuda a poner energía en acción para mejorar su situación, lo que puede aliviar aún más su preocupación”, explicaba Scott Mautz.
No estancarse en el “no es justo”
Lo que vamos a intentar con el último punto es que nuestros hijo desarrolle la llamada mentalidad de víctima, que puede hacer que se sientan indefensos e impotentes ante los problemas. Para el experto, es mejor adoptar una actitud positiva y activa ante los problemas por lo que propone que les preguntemos algo que deberíamos preguntarnos también nosotros siendo adultos: ¿Quieres esperar a que las cosas cambien o quieres cambiarlas tú?. ”El primero es pasivo y puede inducir períodos prolongados de regodeo en la sensación de que “no es justo”. El segundo es proactivo y ayuda a convertir a sus hijos en líderes del cambio”, asegura el experto. Este ligero cambio en la mentalidad es la diferencia entre alguien que se deja llevar y alguien con confianza que toma los mandos de su vida.
Fotos | Ben White en Unsplash, Kiana Bosman en Unsplash, Derek Thomson en Unsplash
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