Ayer tuvo lugar la tercera jornada de la Semana de la Moda de París y vimos grandes desfiles como Balenciaga, Lanvin o Carven pero en un segundo plano también hubo otros nombres que buscan su sitio. Las propuestas modernas de Rick Owens frente a la formalidad de Nina Ricci o Barbara Bui
Manish Arora, viaje a Egipto
El diseñador indio Manish Arora, también actual diseñador creativo de Paco Rabanne mujer, no pecará nunca de minimalista si sigue por su habitual línea donde los excesos se convierten en moda. De cara al próximo verano 2013 estos excesos se traducen en forma de recuerdos a un Egipto recargado, un Egipto en su apogeo de siglos atrás.
Sharon Wauchob, luces y sombras
La diseñadora irlandesa con formación en Louis Vuitton mezcla ideas. Por un lado parece tener clara la figura amplia en prendas holgadas para la mujer y por otro contrasta el juego de opuestos que enfrenta al minimalismo del blanco en abrigos y vestidos con looks en los que se percibe mayor inspiración oriental y hasta el toque de Etro. No me gustó.
Barbara Bui, más Nueva York
Barbara Bui tendría un sitio más confortable en Nueva York que en París. Si no fuese parisina seguro que estaríamos viéndola sobre la pasarela al otro lado del charco. Su idea de moda es tendencia accesible, sin despeinarse, sin tampoco abrir el abanico a grandes sorpresas pero eficaz. La pega: es que demasiado para ser París.
Nina Ricci, la fiesta variada
Las 47 salidas de Nina Ricci son de esas que se hacen muy pesadas t que al dirigirse al gran público y a buscar la rentabilidad lógica podría dejarnos al mismo tiempo una colección de invierno que de verano. Mezcla de colores pastel, con los metalizados en los que el plateado es la clave. Topos de gran tamaño, flecos, fiesta, más nude, que no falte el fuscia ni el negro. Y ya de paso miramos Haider Ackermann inspira demasiado ciertas salidas (salvando el Gran Cañón que hay de distancia).
Rick Owens, adiós al negro
En pro de buscar una visión hacia delante hay que localizar a Rick Owens. El diseñador californiano, pero asentado en París desde 2003, abandona el negro como color dominante como gran sorpresa y se decanta por una paleta de colores tierra y grises en las que hace hincapié en los vestidos menos favorecedores con fruncidos y capas en las que domina la seda y los pliegues, así como su visión arquitectónica.
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