Hay personas que parecen ser fuertes por naturaleza, como si la resiliencia fuera parte de su ADN. Pero pasa otra cosa y es que muchas veces pensamos menos fuertes mentalmente hablando de lo que en realidad somos. Es posible que hayas superado tormentas en tu vida pensando que son algo pequeño, pero existen ciertas experiencias de vida que pueden hacernos más resilientes y mentalmente más fuertes que la mayoría. Y te las contamos.
Has cambiado de forma de ganarte la vida radicalmente
Aunque la vida de todos está repleta de desafíos, lo que marca la diferencia es cómo nos enfrentamos a ellos. Las personas que tienen que reinventarse y trabajar en algo en lo que no han trabajado nunca, son personas que se enfrentan a un cambio por muy aterrizados que estén. Personas que aprenden a hacer algo que todavía no saben y que demuestran humildad intelectual en el proceso.
En mi caso particular he cambiado de profesión tres veces a lo largo de mi vida y ninguna de las tres tenía nada que ver con lo que estudié. Sin embargo, en cada uno he aprendido cosas que me han servido para los siguientes y me han hecho más fuerte ante los cambios. Reinventarme una y otra vez como un ave fénix que renace de las cenizas, es uno de los motivos por los que ahora valoro más presente que nunca, porque no sabes cuándo van a cambiar las tornas.
Has enfrentado una enfermedad grave o has estado junto a alguien que lo ha hecho hecho
Cuando nos enfrentamos a enfermedades, ya sean nuestras o de las personas a las que más queremos, es imposible no desarrollar cierto nivel de fortaleza mental para poder superarla. La enfermedad nos lleva hasta el límite y nos pone a prueba de mil formas diferentes, pero si has podido convivir en ese ambiente, ya sea como paciente o como cuidador, es más que seguro que te hayas enfrentado a tus miedos, te hayas adaptado y hayas crecido en el proceso aunque ni siquiera te dieras cuenta.
Has conseguido mantener la calma en mitad del caos
Voy a contarte una de las experiencias más complicadas a las que me he enfrentado. Hace veinte años mi abuela estaba en casa de mis padres y se empezó a encontrar mal. Fueron a urgencias y la mandaron de vuelta a casa. Se sentó en el sillón donde siempre se sentaba y mi tía y yo estábamos hablando con ella cuando de repente mi abuela se quedó con la mirada perdida en el infinito, abriendo ligeramente la boca. Mi tía entró en pánico porque mi abuela no contestaba. Su garganta empezó a hacer cosas raras, le empezó a temblar la mano y, sin saber cómo, mantuve la calma. Estaba teniendo un ictus y se estaba tragando la lengua así que mientras llamaba al 112 para pedir una ambulancia bajé su lengua como pude y le di la mano a mi tía para que intentara calmarse.
Cuando todo a tu alrededor está en crisis, mantener la calma te permite pensar con claridad, tomar decisiones racionales y que ese caos -y las emociones que vienen con él- no te arrastren. Es una prueba de tu resiliencia. Otro ejemplo más dramático podría ser el de Daniel Burguet, el llamado “héroe de Paiporta” que logró salvar a varios niños durante la DANA en Valencia. Mantener la calma en una situación tan extrema es, sin duda, una señal de fortaleza mental.
Has aprendido a dejar ir
Tengo que confesar que esto es lo que más complicado me resulta. Hasta con las cosas materiales, practicar el desapego emocional sigue siendo una asignatura pendiente para mí. Sin embargo, entiendo que dejar ir es el camino a la libertad y que como bien explican los psicólogos de Mentes Abiertas, “el desapego es una herramienta poderosa para mejorar nuestro bienestar emocional y nuestra capacidad para relacionarnos de manera saludable con los demás”.
Además de practicar el desapego con personas que ya no forman parte de nuestra vida como haríamos en el proceso de superar una ruptura de pareja, existen otras muchas cosas que se aferran a nosotros como arrepentimientos del pasado, relaciones fallidas u oportunidades perdidas. Dejar ir no es fácil porque nos toca enfrentar nuestros miedos, aceptar lo que ha pasado y hacer las paces con la situación y con nosotros mismos. Es entender que hay cosas que están fuera de nuestro control y aceptarlo. Es luchar contra el miedo a que las cosas cambien, con el miedo a lo que está por llegar, pero si dominas la capacidad de dejar ir y ver que, en realidad, son cargas que afectan a tu bienestar, eres mentalmente más fuerte que la mayoría de personas.
Has fracasado, pero te has levantado
Thomas Edison dijo que no el fracaso en realidad no era un fracaso. “Simplemente he encontrado 10.000 formas que no funcionan”, aseguraba. No es el fracaso lo que nos moldea, sino cómo reaccionamos ante él. Cualquier persona exitosa te dirá que el fracaso no es malo, sino un peldaño más en el camino hacia el éxito. Y lo cierto es que es una oportunidad para aprender, crecer y mejorar.
Has aprendido a decir “no”
Mi mejor amiga sabía que decir que “no” en sus relaciones, ya fueran románticas, familiares o laborales, era su talón de aquiles, y por eso trabajó para que decir que “no” se convirtiera en una de sus fortalezas y no en una debilidad. Lo ha conseguido y ahora podríamos decir que domina el arte de decir “no” cuando es necesario, lo que hace que tenga un nivel de fortaleza mental que a muchas personas les cuesta alcanzar. Ella ha aprendido a poner límites y eso requiere coraje. Ha aprendido a defenderse y a defender sus valores y eso requiere respeto a uno mismo. Ha aprendido a priorizarse y eso implica que ahora tiene más claro que nunca donde y cuando va a invertir su tiempo y su energía.
Has pedido ayuda cuando la has necesitado
Si creías que la fortaleza mental era poder hacerlo todo sola, es que no sabes bien qué significa este término. Cuando hablamos de fortaleza mental lo hacemos de la capacidad de regular de forma productiva tus emociones, pensamientos y conductas, incluso ante la adversidad. Pedir ayuda cuando la necesitas es regular de forma productiva tu conducta y una verdadera señal de fortaleza mental. Cuando pedimos ayuda nos mostramos vulnerables y humildes, admitiendo que no tenemos todas las respuestas y que las personas que están a nuestro lado pueden ayudarnos a crecer. Pedir ayuda no significa ser débil, sino que eres lo suficientemente sabio para reconocer tus limitaciones y lo suficientemente fuerte para superarlas. Si eso no es ser mentalmente fuerte, no sé qué lo será.
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