Hace un tiempo salieron a la luz los resultados de uno de los estudios más importantes de Harvard, un proyecto con más de 80 años de desarrollo que afirmaba que la clave de la felicidad son las relaciones que tenemos con otras personas. El “Estudio de Desarrollo de Adultos de Harvard” nos hablaba de los tipos de amigos que necesitamos para ser felices en la vida, pero ¿cuántas de tus amigas son realmente tus amigas?
Cada persona tiene un concepto de la amistad diferente, pero en nuestro círculo de amistades, hay amigos que no lo son tanto. Incluso algunas de las personas que consideramos amigas, no nos consideran amigas a nosotras. Como en el amor, hablamos de amistades no correspondidas.
Cuando tú crees que sois amigas pero la otra persona no
Si nos pusiéramos a calcular cuantas personas conoceremos en toda nuestra vida, serían unas 5.000 en los 60 años de nuestra vida adulta según Esteban Moro, investigador del MIT Media Lab y de la Universidad Carlos III. Evidentemente no seremos amigas de todas ellas. Es más, según la teoría de Dunbar no somos capaces de tener más de 150 amigos.
De todos ellos, muchos ni siquiera nos consideran amigos, tal y como se ha descubierto en un reciente estudio. Aunque el objetivo de la investigación era analizar cómo las redes de amigos pueden ejercer una influencia en nuestra toma de decisiones y aprendizaje, descubrieron algo muy interesante y es que entre los sujetos del estudio no existía reciprocidad de la amistad. Según los investigadores de la Universidad de Tel Aviv (TAU) y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), solo existen sentimientos mutuos en el 53% de los casos.
La diferencia entre un colega y un amigo
Alexander Nehamas, profesor de filosofía en Princeton y autor del libro “On Friendship”, asegura que la amistad es difícil de describir. “Es más fácil decir qué no es la amistad y, sobre todo, no es instrumental". Tratar a los amigos como inversiones o mercancías es en realidad un anatema para toda la idea de amistad.
Necesitamos amigos, eso ya lo dejó claro Harvard. Tanto que hasta hay estudios que afirman que hasta existe una relación directa entre la amistad y la esperanza de vida y que la amistad representa casi el 60% de la felicidad en las personas.Pero saber qué es la amistad es difícil.
Existen libros como el famoso “Cómo ganar amigos e influir en las personas” de Dale Carnegie en el que vemos esa instrumentalidad ya solo en el título, pero si hacemos caso a la RAE, la amistad, del lat. vulg. *amicĭtas, -ātis, der. del lat. amīcus 'amigo', es un afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Ahora bien, no se habla de bilateralidad en ningún momento.
Dentro de la amistad tenemos amigas que consideramos familia, como una hermandad que en japonés tiene su propio nombre, kenzoku, el más alto grado de amistad que podríamos tener. Si tienes un par de ellas, eres tremendamente afortunada. Pero también tenemos amigos con los que hablamos o tenemos interacciones a diario, y también amigos casuales con los que salir, por ejemplo. Y esta clasificación ya la tenía hasta Aristóteles que la explicó en su libro “Ética a Nicómaco”: amistades perfectas, amistades convenientes o de utilidad y amistades placenteras.
Lo importante es cultivar las escasas amistades incondicionales
Harvard está de acuerdo, y Arthur Brooks, profesor de la Harvard Business School y experto en felicidad, asegura que son las amistades perfectas las que hay que buscar, cultivar y cuidar. Un tipo de amistad desinteresada, que nos consuela, nos acompaña y nos da alegría. Son esas las que nos hacen felices, y son pocas. Muy pocas.
Dunbar decía que hay una cantidad limitada de tiempo y capital emocional que podemos distribuir, y afirmaba que solo hay espacio para cinco de esas relaciones más intensas. El resto de amistades no serán de la misma calidad por mucho que nos empeñemos. Pero esas que sí lo son, nos llenan y nos compensan todo lo demás.
Tal vez esta noticia de que la mitad de tus amigos no te consideran siquiera amiga suya es un momento para reflexionar sobre las relaciones personales y dedicar tiempo a aquellas que de verdad nos hacen felices, que son recíprocas, que nos aportan. Decir adiós a una amistad puede ser doloroso, pero necesario, porque esa energía la podrás dedicar a tus verdaderos kenzoku.
O tal te sirve para ver las relaciones de otra manera, sin exigir nada y simplemente disfrutando de quien tienes delante, queriendo conocer a esa persona porque al igual que ocurre con el resto de relaciones en nuestra vida, los amigos vienen y van y es lo más natural del mundo. Quién sabe, quizá esa persona que ahora solo es un amigo casual, se convierta en un amigo del alma.
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