Me asustaba y ahora esta palabra es la culpable de que mi productividad se haya disparado

Es como si decirlo fuera nombrar a Voldemort en las primeras películas de Harry Potter, cuando en realidad al usar esta palabra estoy haciendo uso de la poderosa asertividad

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El psicólogo Walter Riso decía que “el asertivo es una persona que es capaz de expresar sus sentimientos negativos sin violar los derechos ajenos o intentando no violarlos”. De hecho, según aseguraba en Mejor con salud la psicóloga Raquel Aldara “debemos ser capaces de hacer valer nuestra voluntad ante los demás, ya que a la vez que crece nuestra determinación lo hace nuestra autoestima”.

Y para ser asertivos hacen falta solo dos letras. Hablamos de una palabra que nos cuesta y que en mi caso, incorporarla al día a día ha sido clave para mi productividad. “NO”.

El poder del no y su relación con la productividad

Trabajo desde hace años desde casa, con varios clientes. Soy autónoma y siempre me ha costado mucho poner límites en mi trabajo. En parte porque cada vez que digo que “no” a algo siento dos cosas: que no estoy dando el 100% (aunque sí lo haga y lo que me pasa es una cosita que se llama dismorfia de productividad) y que mi “no” va a provocar una reacción que me perjudique.

Es algo que viene de largo. Según César Piqueras, escritor, conferenciante, formador online y autor de libros como Evitando el autosabotaje, tenemos ansiedad a decir "no" "porque nos enfrenta con uno de nuestros principales miedos, el miedo al rechazo. El ser humano es gregario por naturaleza, y cada vez que tiene que decir que “no”, de alguna forma siente que está traicionando a la tribu. Muchas personas viven toda su vida sin decir “no”, y aunque inicialmente no parece que eso cause ningún problema, realmente les provoca una gran infelicidad a la larga".

Aprender A Decir Que No Productividad

No solo en el trabajo, también en la vida. Me cuesta horrores decir que no a un plan que no me apetece, decir que no a un favor que me piden y para el que no tengo tiempo, y también decir que no a un cliente. Hasta ahora.

Cuando digo no me siento culpable, de Manuel J. Smith, es el libro que me ha abierto los ojos y con el que estoy trabajando ese sentimiento de pesar cuando escucho de mi boca mis propias negativas. Leyéndolo me he dado cuenta de que la capacidad de decir que “no” y expresar nuestra voluntad sin remordimientos es algo que debería trabajarse desde niños, pero que también es cultivable siendo adultos aunque no sea un camino de rosas.

Pero como afirma Walter Riso en su libro El derecho a decir no,  decir que no es también aprender a querernos. “Además de autoconcepto, autoimagen, autoestima y autoeficacia, hay que dar espacio al autorrespeto, la ética personal que separa lo negociable de lo no negociable, el punto de no retorno”.

Decir siempre “sí” tiene consecuencias. No solo a nivel de salud mental y física, sino también a nivel de desarrollo profesional porque una persona que nunca se niega, es también una persona que tiende a huir del conflicto, que toma el camino fácil de la complacencia. Porque sí, decir que no cuesta es complicado.

Las primeras veces que decía que no, un sentimiento de miedo y angustia me invadía, como si luchara contra mi propio ser. Las segundas veces también, pero poco a poco mi mente se daba cuenta de dos cosas: las reacciones de mis interlocutores al “no” no eran el drama que me había montado en la cabeza y la segunda, el “no” me hacía cada vez más poderosa.

En mi trabajo, aprender a decir “no” me ha permitido establecer límites claros y he conseguido priorizar no solo mi tiempo, también mi energía, ya que me permite enfocarme en las tareas más importantes y aumentar mi productividad.

Un ejemplo. Tengo un día complicado con cinco tareas por delante. A media mañana alguien me pide adelantar una fecha de entrega de un proyecto que estaba programada para finales de la semana. No es un favor, es una petición. Y amablemente digo que no, porque decir que “no" no es sinónimo de ser maleducada. La Ana del pasado hubiera dicho que sí y acto seguido hubiera sufrido un ataque de ansiedad tratando de llegar a todo. Spoiler: sufriría por el trabajo y lo que podría haber hecho en 9 horas, habrían pasado a ser 11 porque ese estrés hubiera reducido mi productividad.

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La psicóloga Rebeca Aldara afirma que “hacer caso a nuestros deseos y a nuestras necesidades es mucho más gratificante que no hacerlo, sobre todo a largo plazo. En este sentido, podemos apreciar prontamente los frutos de nuestros “noes”, pues haremos valer nuestras voluntades a la vez que crece nuestra autoestima, nuestra determinación y nuestro amor propio.”

Cómo aprender a decir que no en el trabajo para aumentar la productividad

Bruce Tulgan, experto en liderazgo y fundador de Rainmaker Thinking, asegura que "la única forma de tener éxito es aprender a decir que no". Aquí te dábamos tres formas de decir que no, aunque la más importante es tener bien estructurado en tu mente el mensaje que quieres transmitir.

Tal y como nos explicaba la psicóloga Beatriz Gómez Alsar, primero tenemos que tener claro “Lo que queremos. Lo que necesitamos. Lo que deseamos. Y lo que el otro quiere, necesita y desea.” Una vez hecha esta reflexión, ponernos en el lugar del otro para expresar la negativa sin ser violento, cortante o desagradable, y “repetírtelo a ti misma hasta que te lo creas”.

César Piqueras nos da cuatro tips tremendamente útiles y que funcionan a las mil maravillas (doy fe):

  • Decir únicamente “no”.
  • Decir “no, pero”, ofreciéndole una alternativa a la otra persona.
  • Decir “Déjame que lo mire y te digo algo”, que nos consigue tiempo para procesar internamente si queremos decir Sí o No.
  • El silencio, esa poderosa herramienta que usan las personas más educadas. Hacer un silencio incómodo es, según Piqueras, algo que “funciona realmente bien”.

Un último recordatorio que a mí me ha salvado la vida. No hace falta dar explicaciones cuando decimos que no. Podemos usar un no sin más, no tenemos que justificarnos porque estamos en nuestro derecho a negarnos.

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