Desde hace cuarenta años no se hacía una exposición como la que hasta el dos de septiembre es posible ver en el Museo Nacional Germánico de Nuremberg del más famoso artista del Renacimiento alemán: Alberto Durero.
Nació el 21 de mayo de 1471 en Nüremberg. Era hijo de Alberto Durero el Viejo y Barbara Holfer. Su padre, un orfebre húngaro, fue su primer maestro, enseñándole el oficio de orfebre y joyero. En 1486 ingresó en el taller de Michael Wolgemut, el principal productor de retablos, como aprendiz de pintor y diseñador de grabados. Viajó dos veces por Italia y falleció en su ciudad natal, que con esta exposición le rinde un sentido homenaje.
Entre las 150 obras del artista bávaro, así como de los que le influenciaron y sus sucesores que están expuestas se encuentra un dibujo a pluma de color marrón oscuro y un autorretrato del año 1492, el cual no se volverá a mostrar públicamente en Alemania en los próximos años a causa de su sensibilidad a la luz.
También se exponen préstamos, como la llamada “Madonna Haller”, de la Galería Nacional de Arte en Washington, así como grabados en cobre, xilografías, autógrafos e infolios que aportan una caracterización de la obra temprana del artista. Una obra que termina en el año 1505, es decir, antes de su segundo viaje a Italia.
En la exposición se echa de menos una de sus obras más festejada, “Autorretrato con pelliza”, de 1500, perteneciente a la Colección Nacional de Pintura de Baviera que, por motivos de conservación, no se ha trasladado de Munich a Nuremberg.
Un maravilloso conjunto de obras del maestro Durero en su edad más temprana que es posible que jamás puedan volver a verse. Y una razón más para visitar la monumental Nuremberg este verano.
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