Ayer hablamos de una de esas obsesiones que se agudizan con la llegada de la navidad: el deseo al lujo, y cuánto más caro, más parece que nos obsesionamos con el producto en cuestión. Irremediablemente, Hermés y su icónico Birkin son un ejemplo de este extraño comportamiento. Sin embargo, y a pesar de que uno de estos ejemplares puede sobrepasar los 10.000 dólares, para la casa de lujo no es lo que se dice “caro”. Y tiene su explicación.
La filosofía de un precio. Estos días ha sido noticia Pierre-Alexis Dumas, director artístico de Hermès y heredero de la sexta generación de la dinastía de lujo. ¿La razón? El hombre ha insistido en una entrevista a 60 Minutes que los emblemáticos bolsos Birkin y Kelly, que comienzan en 10.000 y pueden alcanzar precios de seis cifras, no son ni mucho menos "caros", si acaso, "costosos”, y hay una gran diferencia a su juicio.
Según Dumas, un producto caro es aquel que no cumple con las expectativas pese a su elevado precio, mientras que algo costoso refleja el valor de una elaboración impecable y atención al detalle. En este sentido, cada artículo de Hermès, desde sus icónicos bolsos hasta un comedero para perros de 1.500 dólares, está diseñado para ser una pieza de calidad y durabilidad incomparables.
Exclusividad y artesanía. De fondo, una razón de peso que ha llevado a la casa al lugar privilegiado en el que se encuentra. Desde su fundación en la década de 1830, Hermès ha construido una reputación que se basa en la excelencia artesanal y la exclusividad. Cada bolso Birkin o Kelly está hecho a mano por artesanos altamente capacitados, utilizando materiales de primera calidad.
Este enfoque minucioso no solo asegura la longevidad de los productos, sino que también limita su disponibilidad, creando una alta demanda que, según Dumas, no es artificial sino resultado de un proceso de producción cuidadosamente regulado.
La espera es parte de la experiencia. No es broma. Los afortunados en adquirir un bolso Hermès suelen recalcar que no es un simple acto de compra, es una experiencia marcada por la paciencia y el deseo. Tanto es así, que los clientes deben programar citas, discutir sus preferencias con un vendedor y, en muchos casos, esperar meses o incluso años para recibir su pieza soñada.
Esta espera, que algunos critican como exclusividad excesiva, forma parte del legado de la marca y de ese “ente aspiracional” que muchos ambicionan. Incluso en casos donde los compradores crean listas de deseos, no hay garantía de recibir el producto exacto.
Anécdotas que hicieron historia. Qué duda cabe, la historia de Hermès está repleta de momentos de serendipia que definieron su identidad. Por ejemplo, su distintivo color naranja, el cual surgió tras la Segunda Guerra Mundial, cuando la falta de papel beige llevó a la marca a utilizar un rollo de papel naranja rechazado por otros.
De la misma forma, el diseño del bolso Birkin nació de forma casual en un vuelo donde el padre de Dumas, Jean-Louis, conversó con la actriz Jane Birkin sobre sus necesidades de un bolso práctico para el día a día. Inspirado en aquellos comentarios, Jean-Louis bosquejó la primera versión del ahora icónico accesorio. El resto es historia de la casa.
Legado y sostenibilidad. Actualmente con un valor de mercado superior a los 240.000 millones de dólares, Hermès se ha mantenido relevante gracias a ese enfoque en la calidad y la herencia familiar. Dicha estabilidad ha protegido a la marca de la saturación y las crisis económicas que han afectado a otros tantos competidores del lujo.
A este respecto, Dumas subrayaba que su enfoque no busca manipular el mercado, sino garantizar que cada cliente reciba un producto que refleje los valores de la maison: paciencia, artesanía y excelencia.
Imagen | Ivan Dobrev
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