En los últimos años, la resiliencia se ha convertido en una de las palabras de moda. Todos queremos ser resilientes, porque es una de las habilidades blandas más buscadas por las empresas. Los padres buscan enseñar a sus hijos a serlo porque saben de su importancia en el futuro. Nos ayuda a gestionar la frustración, a superar obstáculos y a aprender de lo vivido. Es algo que podemos cultivar y desarrollar y que nos ayudará a movernos por la vida, pero lo cierto es que en ocasiones ni sabemos lo que significa.
Según la RAE, la resiliencia es la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos. En palabras de Iria Reguera, psicóloga y directora de Trendencias, “las personas resilientes no solo superaran los problemas que se les presenten a lo largo de su vida, sino que tienen la capacidad de convertir estas experiencias en algo de lo que aprender y conseguir que los fortalezca y los mejore. No solo sobreviven a los golpes y a las roturas, sino que salen fortalecidos, renovados y mejorados de ellas.”
La Dra. Jessica Jackson, psicóloga, explicaba a CNBC Make It que “cuando pensamos en desarrollar resiliencia, tenemos que reconocer que la resiliencia no siempre significa ser duro. La resiliencia también puede ser descanso, puede ser vulnerabilidad y procesamiento de emociones, por lo que es más fácil navegar una situación estresante”. Está relacionada con la inteligencia emocional y la buena noticia es que incorporando cuatro sencillos hábitos a nuestro día a día, podemos desarrollar resiliencia.
Dedica cinco minutos cada mañana a saber cómo estás realmente
Es más que posible que termine el día y le hayas preguntado a una decena de personas de tu entorno cómo están. Pero ¿te has parado a pensar en cómo estás tú? La rutina es, en muchas ocasiones, devastadora. Nos obliga a poner el piloto automático con nuestras propias necesidades, bloqueando lo que sentimos, pensamos y experimentamos en pos de un largo día, pero lo cierto es que es necesario que dediquemos un tiempo a cuidar de nuestra salud mental.
La Dra. Jackson propone dedicar cinco minutos todas las mañanas a hacernos tres preguntas en silencio y en calma antes de empezar el día: cómo me siento, qué necesito y cómo quiero que sea el día de hoy. Quédate en silencio y toma nota de cómo te sientes. Piensa qué son cinco minutos para ti en un largo día. Con este chequeo puedes adelantarte a momentos de estrés que vayan a surgir en el día. A primera hora es el momento ideal para hacer journaling y comenzar el día con el pensamiento claro de dónde quieres que vaya ese día y lo que esperas conseguir de él.
Crea ‘micromomentos’ de positividad
El sistema nervioso autónomo (SNA) funciona automáticamente y está diseñado específicamente para protegernos de daños y garantizar nuestra supervivencia. Es como si nuestro cuerpo estuviera programado para dar más importancia a las emociones mal llamadas negativas que a las positivas. El antídoto para este mal hábito es lo que la psiquiatra Samantha Boardman llama “micromomentos” de positividad. “Una conexión significativa o una actividad edificante mejora nuestra resiliencia al actuar como un amortiguador entre nosotros y el estrés que inevitablemente encontraremos en nuestras vidas”, asegura a la CNBC.
Podemos buscar en el día eso que nos aporta felicidad, como llamar a un amigo, ponerte música o bailar en la cocina, e incorporarlo en nuestro día a día. Para que sea realmente efectivo tenemos que pensar en todo eso que tenemos en el día a día y que nos hace felices. Pequeños secretos de la felicidad que son capaces de sacarnos una sonrisa. Lo que sea que te haga sentir bien y feliz. Es vital tenerlos cada día y si te cuesta encontrar el momento, mételo en la agenda como harías con el resto de tareas diarias. Por ejemplo, a las 11 un descanso de 10 minutos para bailar en el salón de casa, a solas. O a las 10 de la noche, 20 minutos para tomarte una infusión mientras lees un libro.
Pregúntate si dedicas demasiado a las redes sociales
Según la "Encuesta Merck: Salud Emocional. Qué mueve a los Z y millennials europeos", más del 60% de los españoles de entre 19 y 36 años reconoce que las redes sociales aumentan su estrés y ansiedad, y un 45 % confiesa haber experimentado en mucha o bastante medida "miedo a perderse algo". Este es solo un dato de los miles que hay en torno al uso de redes sociales y su impacto en la salud mental.
Las redes sociales pueden llegar a ser peligrosas. No significa que sean malas per se, sino que es posible que tengamos que evaluar nuestros “hábitos tecnológicos”, y cambiar la manera en la que las usamos. Por ejemplo, identifica aquellas cuentas que te hacen daño, y reduce su uso o limita su consumo. En este caso es muy práctico hacer caso del discurso de Marie Kondo en su libro ‘Joy at Work: Organizing Your Professional Life’: si algo no te provoca alegría en algún nivel o si te hace sentir mal, ponlo en silencio o limita el tiempo que le dedicas.
Establece límites saludables
Según las dos expertas, establecer límites es una habilidad fundamental para volverse resiliente, ya que te ayuda a elegir lo que permites en tu vida. Es más, para Jackson “la resiliencia debería consistir más en priorizar sus necesidades”. Y sí, eso de poner límites es complejo, lo sé por experiencia, pero por mucho que pueda resultar incómodo al inicio e incluso intimidante, el resultado de hacerlo supera con mucho esas sensaciones.
Decir “no” significa también que no gastas tu energía en cosas que son malas para tu salud mental. “La vida resulta bastante estresante para la mayoría de las personas. Por eso es importante conocer nuestros límites y respetarlos antes de agotarse”, asegura Jackson.
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