Este método japonés prometió darme felicidad y consiguió mucho más. Ha disparado mi productividad y reducido mi estrés

Estaba obsesionada con controlarlo todo en el trabajo y en mi vida personal, y este reclabeado ha sido un regalo de la psicología positiva que no cambio por nada

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Recientemente he descubierto que mi imposibilidad para alcanzar mis objetivos y mis propósitos de año nuevo es completamente culpa mía. No es que siga a pies juntillas el pensamiento tóxico de “tú puedes con todo”, sino que no había entendido hasta ahora que si no conseguía esos objetivos es porque en realidad estaba obsesionada con controlarlo todo. Según explica Rebeca Carrasco García, psicóloga y psicoanalista en Self Psicólogos Majadahonda, los seres humanos presentamos una tendencia natural al control. “Por lo general, esta conducta refuerza nuestro sentido de seguridad y una sensación de poder sobre la misma incertidumbre, lo cual permite aliviar los sentimientos de ansiedad y desasosiego que esta genera. Pero cuando sentimos necesidad de control, todo el tiempo, esta conducta deja de ser saludable”.

Ese exceso de control es una respuesta al miedo al fracaso, la inseguridad en nosotros mismos y la baja tolerancia a la frustración. No quiero nada de eso en mi vida, así que me puse a investigar cómo podía mejorarlo y llegué con un remedio inesperado. Un proverbio japonés: 'Shikata Ga Nai'. Ha sido capaz de reducir mis niveles de estrés, impulsar mi productividad y gracias a todo ello, hacerme la vida más fácil y más feliz.

Que es shikata ga nai

La frase ‘shikata ga nai’ (仕方がない=), o en su otra versión ‘Shō ga nai’ (しょうがない) podría traducirse al castellano de forma libre como "no puede hacerse nada al respecto" o "no hay remedio". Los japoneses la usan en situaciones que en general son negativas y que lo único que podemos hacer es superarlas porque escapan a nuestro control. Ellos lo repiten siempre que las cosas no van como planeamos, lo que sinceramente es la vida es en la mayoría de ocasiones. Es especialmente útil en momentos en que ocurre una desgracia, como podría ser un despido en el trabajo o una ruptura con una pareja, cuando no existe remedio para cambiarlo y lo único que queda es aceptar la situación que es.

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Rochelle Kopp, consultora que ayuda a compañías japonesas y no japonesas a comunicarse mejor, afirmaba en la BBC que esta frase es algo así como si dijéramos "Me doy cuenta de que la probabilidad de que alguna vez logre cambiar esa situación es la misma que tengo de evitar que la tierra siga girando". No es que se rindan, es que no hay nada que puedan hacer por mucho que peleen. Según explicaba al mismo medio Miyako Inoue, profesor asociado de Antropología de la Universidad de Stanford, aunque la frase shikata ga nai sea japonesa, no es un concepto cultural exclusivo de Japón. Expresa un sentimiento universal como lo haría la frase “lo hecho, hecho está” o la expresión francesa “C´est la vie” (así es la vida).

La idea del shikata ga nai, "no se puede hacer nada al respecto", alude a esa creencia budista de que la resignación lleva a una percepción más clara de la naturaleza de las cosas. Dejar ir lo que no se puede controlar y reconocer que existen algunas cosas que están fuera de nuestro control, como las desgracias que nos pueden ocurrir en el día, nos permite hacer otra cosa: centrarnos en lo que sí controlamos y enfocar nuestra energía en eso que depende de nosotros.

La artista Tatiana Abellán afirmaba en El Confidencial que para ella el shikata ga nai “implica evitar las lamentaciones fútiles y aceptar la adversidad que viene dada y no podemos cambiar, al modo japonés, pero sin caer en el fatalismo, la inacción o la renuncia”. En mi caso se ha convertido en una especie de revelación que ha conseguido que soltara lastre. Es el arte de aceptar lo inevitable. Es rendirse y dejar que ocurra, entiendo que las cosas son como son y que hay ocasiones en que no hay remedio a un problema. Al dejar de preocuparme por aquello de lo que no tengo control mi mente se ve liberada y mi estrés reducido. Y cuando esas dos cosas pasan, mi productividad sube de forma orgánica y natural.

Ahora veámoslo a nivel psicológico. Iria Reguera, psicóloga y directora de Trendencias, nos explicaba que no hay emociones negativas o positivas. Todas ellas son emociones, todas ellas son válidas y ninguna de ellas es evitable. Te cuento esto porque el primer paso para hacer una gestión saludable de las emociones es reconocerlas y aceptar que existen. Aceptar una mala situación funciona igual. De hecho, según un estudio de la Universidad de Toronto y la Universidad de Berkeley, las personas que habitualmente aceptan sus emociones negativas experimentan menos emociones negativas, lo que contribuye a mejorar su salud psicológica. Aceptar una mala situación como haríamos si seguimos el proverbio shikata ga nai, es una forma de "reencuadre cognitivo" que nos permite minimizar el impacto emocional promedio de una mala situación. Es decir, reducimos el impacto de esas emociones desagradables, lo que nos permite estar mejor en términos de bienestar ya que te sientes más calmada y reestructuras tus recursos y esfuerzos en aquellas situaciones que realmente sí puedes cambiar, dejando de perder el tiempo en aquellas que no puedes controlar ni cambiar.

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Cuidado, porque no significa dejarse llevar, sino elegir dónde ponemos el esfuerzo. No es convertirse en conformista, sino dejar de intentar ser perfeccionista y controlador porque ni la perfección existe ni podemos controlar todo lo que nos ocurre. Es elegir no perder el tiempo sobrepensando sobre algo que no sabemos ni si pasará.

Carl G. Jung dijo: ”Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”. Aceptar que no todo está bajo mi control ha sido una herramienta transformadora para mi desarrollo personal. No solo porque la gestión de mis propios recursos (mi tiempo, mi energía, mi inteligencia), lo dedico a aquello que puedo mejorar o arreglar, sino que liberarme de eses control ha conseguido que mis niveles de estrés se reduzcan, que mi productividad aumente y lo más importante de todos: ha conseguido que sea más feliz porque estoy más tranquila.

Fotos | Lost in Translation (2003)

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