Hace tiempo os hablé del paraíso que es la Isla de Lobos, la más desconocida de todas las Canarias. Su agua turquesa, su embarcadero de cuento y sus vistas al volcán son alucinantes. Alucinantes sí, pero se puede mejorar, porque en este diminuto punto en el mapa se esconde el restaurante más increíble que verás en tu vida.
Imagina sentarte a comer arrullado por el sonido de las olas y los vientos Alisios. Allí no hay coches ni hoteles, solo naturaleza salvaje y volcánica en estado puro. Miras por la ventana y el mar llega hasta la puerta, haciéndote sentir que el restaurante flota en el océano Atlántico. No es inventada, existe y se llama Chiringuito Lobos Antoñito el Farero.
Es el único restaurante de toda la isla y, a simple vista, no parece gran cosa. Su construcción es tradicional, una casona blanca con remates azules como dicta la estética arquitectónica de Fuerteventura. Pero ahí está la magia, en su tradición y exclusividad. No tiene competencia, pero eso no le impide tener un pescado fresco increíble y la mejor paella de todo el archipiélago.
Su paella es ya una leyenda local y tiene tantísima demanda hace que el Chiringuito Lobos Antoñito el Farero se llene muy rápido. Y eso que sigue funcionando como lo ha hecho siempre, sin reservas telefónicas ni online. Sea como sea, no te quedarás sin su paella, porque la hacen hasta para llevar y comérsela en un plato de plástico y en cualquier rincón de la isla. Recuerda limpiar siempre tu basura después, estás en un espacio natural protegido.
El privilegio hay que trabajárselo un poquito, ir pronto por la mañana, reservar para una hora determinada y aprovechar la espera para hacer senderismo o bañarte en alguno de sus charquitos. Si te quedas sin mesa, lo pides para llevar.
Este lugar es purito sabor canario y muy auténtico. Pero su plato estrella no está en el menú, si no al mirar por la ventana. Está ubicado justo en la bahía de la isla, y cuando la marea sube, parece que el restaurante está flotando en mitad del océano. Parece impagable, pero los precios rondan los 10-20 euros.
La primera vez que fui, un amigo majorero me llevó y, honestamente, fue amor a primera vista. La gente es súper cercana, el ambiente es familiar y cada plato tiene ese sabor tradicional que te hace sentir en casa. Desde el pescado fresco hasta las papas con mojo, el pescadito frito o los helados, todo está exquisito. De hecho, cada vez que mis padres vienen a visitarme, los llevo allí. No porque yo quiera (que también), sino porque ellos así lo exigen.
Fotos | @visit_corralejo, Cofete Coworking.
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