La resiliencia es algo que podemos cultivar y cuyo desarrollo nos ayudará a movernos por la vida, especialmente a la hora de enfrentarnos a desafíos. Tal y como explica Iria Reguera, psicóloga y directora de Trendencias, “las personas resilientes no solo superaran los problemas que se les presenten a lo largo de su vida, sino que tienen la capacidad de convertir estas experiencias en algo de lo que aprender y conseguir que los fortalezca y los mejore”. Es decir, sobreviven a los obstáculos y desafíos y, además, salen fortalecidos, reforzados y mejorados de ellos. Si pensamos en que las personas resilientes tienen una mayor capacidad para enfrentarse a los problemas, manejar la frustración y controlar su estrés, sin duda la resiliencia es una habilidad que nos interesa enseñar a nuestros hijos.
El Dr. Ken Ginsburg, profesor de pediatría en el Hospital Infantil de Filadelfia, es experto en resiliencia. Tanto que ha escrito un libro dedicado a la enseñanza de esta habilidad de la inteligencia emocional, ‘Building Resilience in Children and Teens: Giving Kids Roots and Wings’. “La tarea de los padres es proteger a sus hijos y permitirles aprender de sus fracasos”, afirma en su libro. Y lo cierto es que con nuestro comportamiento muchas veces nos alejamos de lo segundo. La clave para que tus hijos desarrollen resiliencia es dejar que nuestros hijos fracasen. Aunque nos cueste horrores hacerlo.
Ser un faro para tus hijos en lugar de salvarles de todo sufrimiento
Tenemos la tendencia a querer proteger y cuidar a nuestros hijos. Salvarles de lo malo que les ocurra y se nos pasa por alto que para que aprendan a ser adultos independientes y emocionalmente inteligentes, necesitan aprender a equivocarse y a fracasar. De hecho los padres que fomentan la resiliencia en sus hijos no eliminan sus factores estresantes, sino que les enseñan a afrontarlos.
Tal y como explicaba Ginsburg a la CNBC, lo ideal es usar una crianza con enfoque faro, un modelo de crianza cuya premisa es confiar en las habilidades de los niños a la hora de tomar decisiones y afrontar las consecuencias. Según la Dra. Mona Amin, pediatra de Fort Lauderdale, los padres que siguen este estilo de crianza establecen límites pero también ofrecen apoyo.
La experta explica que este tipo de crianza “equilibra la protección, pero fomenta una resiliencia y una autonomía realmente saludables en los niños. Le estás permitiendo al niño demostrar lo que puede hacer antes de intervenir”. Este tipo de crianza es la contraria a la crianza helicóptero en la que como padres, y para intentar proteger a los niños de daños emocionales o físicos, se limita lo que los niños experimentan, pudiendo retrasarse así su crecimiento. Un padre faro permite que sus hijos tomen decisiones y aprendan a lidiar con las consecuencias de sus elecciones, como explica el experto. “Si tienes un hijo de tres años, no le dejas poner la mano en la estufa, pero sí le dejas tirar el tarro de galletas porque así aprende a limpiarlo”, dice Ginsburg.
Los padres faro reconocen las emociones de sus hijos y no los avergüenzan por sentirse decepcionados. Se centran en la empatía y existe más colaboración y validación. Permiten que su hijo cometa errores y se enfrente a experiencias desagradables, pero demostrándole que estás disponible y dispuesto a ofrecerle orientación. El fracaso es una parte importante de la crianza noruega que está directamente relacionada con la libertad que se da a los niños. “La mejor protección es la preparación”, afirma Ginsburg y una de las formas de hacer a tus hijos más resilientes y prepararles para las dificultades que vendrán, es dejarlos caer para que vuelvan a levantarse.
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Fotos | Mahsa Habibi en Unsplash, Biljana Martinić en Unsplash
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