La infancia, y todo lo que vivimos siendo niños, moldea nuestra personalidad y nos convierte en los adultos que somos ahora. No solo hablamos de cómo afectan a nuestra manera de relacionarnos con otros como explica la teoría psicológica del estilo de apego. Nuestras vivencias también pueden hacernos tener algunos comportamientos siendo adultos que, aunque sutiles, nos dan pistas de la infancia que tuvimos.
En este caso vamos a profundizar más en los rasgos que pueden presentar siendo adultos aquellos niños que nunca se sintieron especiales. Evidentemente no todos los niños que no se sintieron valorados los tendrán siendo adultos y no todos los adultos que los tengan será porque de niños vivieran esta situación, pero sí se ha encontrado una relación existente entre estos comportamientos y el hecho de haberse sentido amados. Conocerlos es el primer paso para darnos cuenta de que hay una herida que podemos sanar con ayuda psicológica y las herramientas adecuadas, por muchos años que hayan pasado.
Tienen un estilo de apego inseguro
El primer punto es quizá el más común que se desarrolla cuando los niños no se han sentido especiales en su infancia. La psicóloga clínica Carla Marie Manly afirmaba en PschyCentral que “cuando un niño es desatendido, rechazado o maltratado, la sensación de no ser amado (y profundamente indigno de ser amado) tiende a persistir y afectar todas las áreas de la vida de ese individuo”. Cuando la primera experiencia de apego de una persona es no ser querida, se puede desarrollar el llamado apego inseguro que genera muchas dificultades en nuestras relaciones.
Según la Teoría del apego propuesta por John Bowlby en 1958, el apego puede entenderse como el vínculo que construimos con nuestros padres y/o cuidadores desde que nacemos. El apego inseguro puede tomar tres formas: apego ambivalente o ansioso, evitativo y desorganizado. Cualquiera de ellos, puede influir en la forma en que nos relacionamos, en cómo comunicamos nuestras emociones y necesidades o en nuestra forma de actuar frente al conflicto.
Exceso de ira o ansiedad
Como explica la experta Nancy Paloma Collins en PschyCentral, “la inteligencia emocional de un niño se desarrolla en función del comportamiento, las actitudes y la energía de sus padres”. La empatía o la autorregulación emocional no se pueden desarrollar en este caso, por lo que se podrían tener comportamientos de excesiva ira o ansiedad. Las personas que no pueden regular sus emociones no tienen una vía saludable para lidiar con sus sentimientos, por lo que pueden llegar a recurrir según la experta a mecanismos de afrontamiento poco saludables, como las drogas o el alcohol.
Tienen poca inteligencia emocional
Es posible que el hecho de no sentirnos especiales ni amados afecte a nuestras habilidades sociales. Los niños perciben todo lo que los padres hacen, no solo sus palabras y sus gestos, también su inteligencia emocional, por lo que si no dan ejemplo con una inteligencia emocional saludable, los niños tendrán más dificultades para desarrollar la suya propia.
Según la terapeuta matrimonial y familiar Aurisha Smolarski, es común que en los casos en que no se han sentido especiales, los niños continúan alejándose de situaciones sociales en la edad adulta.Pueden desarrollar una falta de confianza para expresarse abierta y honestamente, incluso una incapacidad para confiar en otros. Sienten que pueden decir algo equivocado o molestar a los demás por no haber desarrollado de forma adecuada su inteligencia emocional. Eso no significa que no podamos desarrollarla de adultos. La inteligencia emocional es aprendible cualquier momento de nuestro desarrollo.
No tienen una autoestima saludable
En la misma línea, un niño que de niño no se ha sentido especial ni querido, tendrá una baja autoconciencia y una baja autoestima, llegando incluso a tener un sentido de identidad distorsionado, algo que ocurre si el niño no se siente amado pero también si se siente rechazado, abandonado o criticado crónicamente. Si creciste sintiendo que no eras especial y que tus padres no te querían, es frecuente que cuando crezcas puedas sentir que no eres lo suficientemente buena.
Todo niño necesita sentirse amado y valorado. Sin embargo, como explica la psicóloga infantil y juvenil Katia Aranzabal Barrutia, querer a un niño no garantiza que se sienta querido. “Si expresamos el amor de forma que el niño no lo percibe correctamente, hará que no se sienta valorado. Esto, a su vez, puede provocar que el niño genere una serie de conductas en las que busque la aprobación de los padres, eliminando su auténtica personalidad.” Por ejemplo, si nuestros padres solo expresaron amor solo cuando nos portábamos bien o traíamos buenas notas, es problema que siendo niños buscaremos constantemente su validación y aprobación para sentirnos amados, en lugar de trabajar desde la autoconciencia y la autoestima de nuestra propia validación.
Tienen problemas de confianza en sus relaciones
Para los adultos que sufrieron abandono emocional en la infancia, puede resultar difícil establecer esa confianza que necesita cualquier relación. Si alguien nunca se sintió querido por sus padres, habrá aprendido a no depender del apoyo y el amor de otros y se mostrarán distantes y fríos y abordarán las relaciones con escepticismo y cautela. De hecho los problemas de confianza son, según los expertos, algo común en cualquier trauma vivido en la infancia.
“Los niños que no crecen en entornos seguros, cariñosos, respetuosos y coherentes tienden a crecer sintiéndose muy inseguros y desconfiados”, explicaba Manly. Esa desconfianza no solo afecta a sus relaciones, también tienden a experimentar dificultades para confiar en sí mismos.
Son excesivamente perfeccionistas
Recordemos que los niños que no se sintieron especiales ni amados buscaban constantemente la validación externa, por eso es común que para buscar ese amor que les faltó recurran a complacer a los demás. Pues según la Universidad James Madison, detrás del deseo de complacer a los demás se encuentra el perfeccionismo, un rasgo común en los adultos que no se sintieron queridos de niños. Las investigaciones han demostrado que las personas que sufrieron falta de atención y cuidado en su infancia, son propensas al perfeccionismo.
Como explica el psicólogo Andrew Elliot de la Universidad de Rochester, en lugar de establecer objetivos y esforzarse por alcanzarlos basándose en el deseo de lograrlos, “están motivados por una compulsión malsana de demostrar que son dignos”, y eso les hace demasiado perfeccionistas solo por miedo a que les rechacen si no son suficientes.
No saben poner límites
Este comportamiento está inherentemente relacionado con el punto anterior y con esa necesidad de complacer a los demás. Si nunca recibiste el apoyo y la validación que necesitabas cuando eras niño, es posible que te sientas más obligado a estar ahí para los demás. Eres autosuficiente, sí, no te queda otra que serlo, pero además eres la persona que cuida a los demás porque compensas la atención que te faltó siendo un people pleasure. dices que sí a todos y siempre aunque te perjudique, lo que genera dificultades para establecer y hacer cumplir tus límites personales.
Fotos | Charlein Gracia en Unsplash, Kelly Sikkema en Unsplash, Rachel en Unsplash
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